Uno de junio... ( A mi madre )

Salí de tu vientre
y oí tu voz…
Y si lloré
tus manos estaban allí
blancas y fuertes…
Y si te vi
estaban tus ojos dolientes…
Después supe de tí.
Y seguías ahí
con tus llaves del mundo
que me diste
al poder asirlas.
Y existías…
Y corrió la luna
y el reloj tras ella
hasta una nueva era
de las dos…
Contigo, contigo…
y tu voz todavía
seguía en el sonido…
Y tus ojos trabajaron
y ahí estaban tus manos
todavía…
Mas cayó el sol
de tus puños
que agarraban el día.
Y tu voz clamaba
por tu vida
que se iba,
y seguías allí
débil y dolorida
fuerte como jamás fuiste
con tu mantita en tu lecho
en la agonía.
Y mi voz clamaba
por tu vida… otro día.
Y el primer día de junio
el aire no te llegó,
tus dedos no lo alcanzaron
y tu voz durmió a tus ojos.
Tus venas se congelaron
y no tuve tu existencia
ni estaban ahí tus manos,
ni las llagas de tu espalda,
ni tus cabellos rizados…
Unas ropas y una caja,
unos pañuelos mojados,
papeles y medicinas
aquí quedaron.
Vendas sucias, unas notas,
y lágrimas que se quebraron.
Flor de hibiscus amarilla
caida sobre la tierra
en un sueño iluminado.
Y en aquella noche helada
quedó aquel sueño volando
y una luz blanca lejana
dice que estás aquí abajo
sin tener forma de carne,
parte del cielo estrellado,
y tu voz está allí ahora
en tus ojos apagados.