Un día

                 


El café amargo tiene sabor de madrugada. La luz penetra débilmente la pequeña claraboya chivateando que ha amanecido. Despertar, otra vez he despertado y otra vez hay que vivir un día; nuevo o no, idéntico al anterior o no, pero se ha de existir.

Estar con la luz apagada, la mejor excusa para no hacer nada. Incapaz de escribir, el hipopótamo de la realidad aplasta a la hormiga de la fantasía en el interior de las paredes turbias y el olor a leña quemada la noche anterior.

Un rato de redes sociales: Una pantallita luminosa de menos de un palmo me traslada al mundo exterior como si fuera otro diferente al que resido. Dos conclusiones: “¡qué lástima no entender la ironía” y “la verdad absoluta no es patrimonio de nadie, principalmente de los que creen que la poseen”.

El café se ha acabado y deja esa espuma amarillenta en la base de la taza recordando que hay que mover el culo del sofá.

Ducha, ropa, calle, gestiones. Hoy no toca programa, hoy no toca nada. Hoy mi voz solamente se escuchará en los rincones de la casa y en los auriculares de los teléfonos. Ninguna profundidad. Ninguna impostura. Ninguna sonrisa disfrazada de cansancio. 

Abro la agenda. Nada urgente, nada importante; solo recordatorios de cosas meramente sociales y algún currículum que enviar. El debate eterno entre la urgencia y la importancia, que en otras épocas era esencial, ahora se reduce a una cuestión meramente filosófica, de esa metafísica barata de tertulia de programa en que no se exige pensar. 

Pensar. 

Durante la mejor sensación del día no hay que discurrir, sí sentir el agua caliente recorriendo la espalda y recibirla con los ojos cerrados en una pequeña e individual orgía del séptimo u octavo sentido de la piel que, una vez vestida, es pasado remoto.

Después rutinas, estas inercias que hacen que el día transcurra en esa zona de confort, esos hábitos que van conduciendo indefectiblemente hacia la noche cansada cuando el roce de los pies contra las sábanas y los párpados se cierran al ritmo de músicas oníricas jamás escuchadas.