En la mesa la agenda, los folios, el móvil y un bolígrafo que creo recordar que no escribe.
Me recuesto en el sofá y uno de los folios se mueve conformando una pequeña ola. No llevo las gafas puestas aún. Me llevo las manos a los ojos y parece que funcionan normalmente, dentro de las limitaciones habituales.
- No, no ves visiones – escucho una vocecita gutural que proviene de la hoja en blanco – no has dormido porque estás preocupada y yo te voy a ayudar. - No sé si moverme, pero mi vista no se despega del folio. - ¡Eh, tú, espabila, gilipollas!
Este vocabulario no me parece correcto para una hoja en blanco…
- Estoy hablando con una hoja de papel a las tres de la mañana, ¡qué mal me ha sentado el Diazepán!!
- ¡Uy, Doña lógicas no entiende nada! No soy un folio en blanco, soy tu futuro.
- Eres muy impertinente para ser mi futuro…
- El futuro lo es; no te va a pedir permiso para nada, sobre todo si te dejas llevar.
- No me dejo llevar, sigo mi vida según la tenía planificada y como he hecho siempre.
- Que lo hayas hecho siempre no quiere decir que sea lo correcto.
- Quizás, pero a mi edad…
- Ya salió, la edad – lo dijo imitándome – Eso es un número, el número de días que has perdido el tiempo queriendo hacer algo que no has hecho, el número de meses que has dejado pasar sin reconducir tu vida, el número de años que te has dedicado a unas obligaciones que te han llevado a tener que tomar benzodiacepinas. Pero te queda un número para comenzar a contar una reinvención y, sobre todo, dejar de contar quejas y días de insomnio.
- El insomnio, ese desconocido pesado que quiere estar contigo y del que no te puedes librar, pero si tomas un café se calla y si ves amanecer se va.
- Muy bonito como frase, pero no deja de ser una putada como hecho. Y lo puedes evitar. – El folio repitió aquella peculiar ola – Escribe, y crea, y no pierdas más tiempo.
- Un folio que tiene razón. – Miré al techo – Pero la reflexión es mejor con un café.